El orgullo de pertenencia; esa criatura mitológica

Somos una caldera de pasiones. Nos movemos por motivos que nos hablan dentro, a las emociones, al corazón. Ser del Atleti, de Granada o de California es motivo suficiente como para sacar pecho, defender tu tierra o a tu equipo y convertirte en su mejor embajador en el mundo. La traducción de esta identificación casi irracional con unos colores o con una bandera es complicada en el entorno corporativo. Eso sí, las empresas que lo logran no necesitan agencia de marketing.

Desde que se fundó The Key Talent en 2015, hemos trabajado con muchas compañías tratando de encontrar uno de los santos griales de los recursos humanos: el compromiso de los colaboradores o, como nos gusta llamarlo de manera más rimbombante: ese esquivo employee engagement.

Hemos participado en muchísimos focus groups con organizaciones de todos los tamaños y sectores: industriales, consultoría, retail… Y uno de los aspectos más destacados con el que nos hemos encontrado ha sido la falta de orgullo de pertenencia que sienten muchos de los empleados actuales.

No se trata solo de algo que se da a nivel individual, con esa sensación de sólo ser uno más y anónimo dentro de una gran cadena; fácil de reemplazar y difícil de reconocer dentro del conjunto. También existe a nivel organizativo, con muchos colaboradores reconociendo que no saben cuál es la visión de su empresa ni su razón de ser. En nuestra manera de verlo, ambas cosas están íntimamente relacionadas.

¿Orgulloso de tu compañía?

¿Qué es lo que te hace sentirte orgulloso de trabajar en una organización? Tradicionalmente, han sido los resultados empresariales: el crecimiento, las ventas, todo lo que publicaban los medios de comunicación, la posición de la compañía en el ranking de marcas más queridas, la cuota de mercado, el Top Employer… Pero esos marcadores de estatus más tradicionales han dejado de mostrar la foto completa.

Obviamente, las empresas siguen midiéndose por esos indicadores de rendimiento. Pero para los empleados de hoy, ¿es suficiente para generar un orgullo de pertenencia más profundo y una conexión emocional a largo plazo con la compañía? Para algunos, puede; pero, para muchos otros, falta algo más.

¿Cuál es la razón de ser de la empresa para la que trabajas? ¿Qué papel ha venido a jugar en el mundo, más allá de generar beneficios para sus accionistas? ¿Qué impacto tiene lo que hace en todas sus partes interesadas, desde los clientes e inversores hasta los colaboradores y su comunidad?

Estas preguntas se las hacen los empleados de grandes consultoras, de las empresas de servicios profesionales y de las instituciones financieras. Y va más allá. He oído a directores de recursos humanos sorprenderse porque hoy sus colaboradores les hacen preguntas que hace cuatro o cinco años eran ciencia-ficción. Pero es que el mundo no se parece nada al de hace un lustro. Y no podemos esperar que las respuestas de entonces sigan sirviéndonos para las preguntas de hoy.

En las organizaciones que han logrado definir esa razón de ser (su propósito), la diferencia que percibimos en el sentimiento de sus empleados es clara. Creen en la empresa para la que trabajan. Tienen clara la dirección en la que caminan y menos miedo al futuro. Entienden mejor las decisiones que se toman (aunque no tengan por qué estar necesariamente de acuerdo con ellas). Y están orgullosos y se sienten parte del éxito de la empresa en su sector y del impacto positivo que pueda tener en el mundo.

La clave, como casi siempre, es el grado de integración del propósito. Si se define en abstracto, despegado de la idea organizativa central, su impacto y, por extensión, el grado de compromiso de los empleados, es marginal. Si, por el contrario, está integrado en la actividad de la compañía, sus empleados ven y escuchan una historia unificada, impulsada por una creencia central. No es algo que sea posible conseguir sin tiempo o esfuerzo, pero hemos comprobado su poder, sobre todo en épocas convulsas como la que estamos viviendo hoy.

Una idea relevante en el día a día.

Probablemente no sea la primera vez que has oído esta música. En el último año, el propósito se ha convertido en una palabra de moda, esa idea que puede ser el motor de las empresas que funcionan. Sin embargo, es muy fácil que se quede atascado rápidamente, incapaz de abrirse camino en la compañía y de llegar a sus colaboradores personas. En esos casos, y cuando lo repasamos dentro de una compañía, vemos como algunos propósitos son solo palabras bonitas que ocupan un lugar privilegiado en la web o en los pósters de alguna pared.

Cuando esa gran idea no logra llegar a las personas en su día a día, su trabajo se convierte solo en eso, un trabajo. Hay una ausencia de conexión con la identidad de la empresa, con la razón final por la que se hacen las cosas. Sabemos que está pasando cuando los colaboradores pueden hablarnos de lo que hacen, como una transacción, como un procedimiento, no de los resultados finales de ese trabajo, ese bien mayor.

Y, como suele suceder, el dinero no puede comprarnos la solución. Cualquier plan de employee engagement debería construirse desde el propósito. Todo lo demás son fuegos artificiales. Más brillantes, más ruidosos o más coloridos. Pero cuando se termina la pólvora, el cielo vuelve a su oscuridad de siempre. Para estar orgulloso de la compañía para la que trabajas, la compañía debería empezar por estar orgullosa de sí misma.

Y una excelente manera de demostrar que lo está es siendo fiel a su propósito en todo lo que hace. Impregnando sus políticas, sus productos y su comunicación de un fin elevado del que cualquier colaborador pueda presumir. Es entonces cuando sucede la magia. De repente, la adquisición de talento es algo más que contratación. Empieza a hablarse de cómo puedes contribuir de manera personal a una causa mayor. Y eres capaz de resumirla sin problema y hacérsela comprender a cualquiera.

El orgullo de pertenencia tiene dos componentes principales. El primero –y más complejo– es un motivo. No siempre podemos estar orgullosos de lo que hace nuestra compañía. El problema viene cuando sí existen las razones para estarlo, pero nadie nos las ha sabido contar. Y luego, pertenencia significa ser aceptado miembro o parte de algo más grande. Una palabra tan sencilla para un concepto tan generoso. Ese rumbo común sólo puede expresarse a través de un propósito sencillo, memorable y aspiracional. La combinación de los dos elementos es compleja, pero no imposible. Perseguirla tiene recompensa. No dejemos que siga siendo un animal mitológico.