La digitalización era esto
Durante los últimos años, a muchas empresas de nuestro entorno se les llenó la boca hablando de transformación digital, de nuevas metodologías y formas de trabajar, y de competencias digitales. La crisis asociada al estallido del coronavirus ha puesto a prueba antes de lo que nadie esperaba la capacidad de esas compañías para virtualizarse, trabajar en red y minimizar el impacto de la reclusión forzosa a la que muchos trabajadores se han visto sometidos.
Y hoy no deberíamos ver muchas oficinas llenas, pero seguimos viéndolas. Si hiciésemos caso a manifiestos, anuncios y presentaciones varias, nadie debería estar rasgándose las vestiduras por este parón. Pero la realidad es obstinada y se lleva los castillos de arena por delante, ya sea en dos semanas o en dos meses. Al final, si algo vamos a tener que agradecerle compañías de todos los tamaños al Covid-19, es la necesidad forzosa de poner a prueba protocolos y políticas y de comprobar lo sólida que es nuestra cultura.
Hasta ahora, más que verdadero trabajo en remoto, nos hemos dedicado a teletrabajar en contadas ocasiones. En la mayoría de los casos, reservando los momentos fuera de la oficina (incluso ese día designado por muchas compañías) para tareas puntuales e individuales que no necesitasen de la intervención de terceros, o que lo hiciesen en menor proporción. El trabajo en remoto ha sido, hasta la fecha, rara avis reservada a puestos que por su singularidad pudiesen funcionar igual dentro que fuera de una oficina.
Es obvio que ese trabajo en remoto tiene muchos beneficios, sobre todo aquellos asociados a la flexibilidad que, de manera creciente, demandan nuestros colaboradores. Pero también viene con contrapartidas. La comunicación no es tan fluida como cara a cara y, en muchos casos, se pierde eficiencia en la asincronía de muchas herramientas de gestión. Con independencia de que en muchas empresas es sencillamente inaplicable, es pronto para decir si es mejor o peor. El matiz, como en la mayoría de las situaciones, estará en lo bien que se haya sabido implementar y en cómo lo haya absorbido la cultura de la compañía y todos aquellos que forman parte de ella.
Recuerdo que una de las primeras cosas que me enseñaron en The Key Talent hace casi cinco años fue nuestro modelo de competencias digitales, que ya incluía como una de las importantes lo que entonces llamamos Trabajo en Red. Nosotros no solo lo hemos implementado como una filosofía que llevamos en el ADN desde el principio, sino que hemos querido incorporarlo a cada uno de los productos que hemos diseñado.
Por eso, tanto AplyGo (nuestra plataforma de reclutamiento ágil) como Panorama (nuestra plataforma de gestión de talento y assessment remoto) se han adaptado desde el principio a la perfección a la necesidad (en estos momentos, obligación) de trabajar en remoto. La tecnología lleva años animándonos. El freno para muchos de los que no han llegado a ser clientes, en la mayoría de las ocasiones, ha sido el no querer vencer las inercias de antaño o no llegar a entender los beneficios de una cultura de trabajo en remoto.
En el peor de los casos, casi todas las empresas se llevarán una valiosa experiencia sobre lo que les hace falta y sobre la forma de acomodar las necesidades del trabajo desde el hogar en el futuro, cuando vuelva a ser necesario debido a otro brote o, en un mundo menos imprevisible, a la necesidad de ser tan flexibles como tus competidores por talento.
Y es en esto en lo que la realidad actual nos está obligando a pulsar el botón de reset. Porque las inercias están cambiando por la fuerza y todos estamos empezando a evaluar a los partners que nos acompañan en el camino. En este punto, momentos de especial necesidad como el que vivimos nos han ido revelando por la vía de los hechos qué empresas estaban a nuestro lado sin ningún tipo de atadura y cuáles nos están demostrado un compromiso más allá de lo puramente transaccional. Vale la pena reservarse un tiempo para repasar qué acciones has realizado en los últimos tiempos con el objetivo de fidelizar a tus clientes.
Y, hablando de fidelidad, resulta interesante comprobar lo lejos que pueden llegar las consultoras en el apoyo a sus clientes en tiempos de crisis. En este momento, en una época de absoluta incertidumbre y de contracción abrupta, vale la pena ver cuántas consultoras están haciendo el esfuerzo de adaptarse a nuevas necesidades para apoyar a sus clientes de cualquier manera posible, sobre todo en todos aquellos sectores que están sufriendo el impacto más duro de esta pandemia.
En tiempos de incertidumbre como estos, necesitamos amigos que nos apoyen. La pregunta es si hemos invertido lo suficiente en la relación en el pasado para que nos correspondan en un momento de necesidad. Porque empezar a organizar webinars de contenido difuso, enviar mailings de ‘puedes contar con nosotros’ y comprar un paquete de in-mails en LinkedIn no puede sustituir nunca la relación personal y cercana de hace dos semanas. Eso es lo único que permanecerá inalterable después de esta crisis.
Casi nada volverá a ser como antes. Si bien algunas compañías terminarán volviendo a políticas rígidas de trabajo en oficina, es probable que tras esta reclusión forzosa muchas se den cuenta de los beneficios del trabajo en remoto para ellas y para sus empleados y que, de hecho, se puede implementar de manera efectiva manteniendo niveles de servicio y productividad razonablemente altos. En el peor de los casos, casi todas las empresas se llevarán una valiosa experiencia sobre lo que les hace falta y sobre la forma de acomodar las necesidades del trabajo desde el hogar en el futuro, cuando vuelva a ser necesario debido a otro brote o, en un mundo menos imprevisible, a la necesidad de ser tan flexibles como tus competidores por talento.